“Conocerse a sí mismo es el comienzo de la sabiduría”
Aristóteles
Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta.”
Carl Gustav Jung
Habitar, residir en nuestro cuerpo desde el momento mismo en que nacemos y hasta que dejamos de existir… Estar con nosotros mismos durante las veinticuatro horas del día, los 365 días del año…Ser portadores de una genética única e irrepetible… todas estas verdades incuestionables lejos están de garantizar el autoconocimiento. Tan cierta es esta premisa como innegable el hecho de que la mayoría de las personas mueren sin haberse conocido realmente. Sin embargo, la importancia de conocernos a nosotros mismos es enorme, es trascendental pues este es el punto de partida para la construcción de una sana autoestima, entre otros muchos beneficios. No es casual, tampoco un evento aislado el hecho de que la falta de amor propio junto con los severos problemas inherentes a esta condición esté entre las primeras causas del sufrimiento humano. Conocernos a nosotros mismos, indudablemente, nos induce a amarnos, a valorarnos, a transformarnos.
Veamos algunas definiciones proporcionadas por la comunidad científica en torno a este polémico concepto: “El autoconocimiento es la base, el fundamento para alcanzar el bienestar emocional porque nos permite descubrir las motivaciones y situaciones que nos generan mayores niveles de felicidad”. “El autoconocimiento es una de las claves del desarrollo personal y, a la vez, es uno de los principios básicos para poder regular las emociones, relacionarse con los demás e ir tras la búsqueda de nuestras metas”. “El autoconocimiento es la habilidad de conectarse con nuestros sentimientos, pensamientos y acciones. Las personas que se conocen a sí mismas reconocen sus fortalezas y desafíos”. Todas estas definiciones coinciden y nos reafirman que el bienestar, el crecimiento y la transformación personal dependen, en primera instancia, del autoconocimiento.
En este sentido, Alfonzo Ruiz Soto, escritor mexicano y autor del libro La Mirada Interior concluye: “la raíz del sufrimiento humano es la ignorancia de nosotros mismos”. Asimismo, el célebre psiquiatra sueco Carl Gustav Jung, quien dedicó gran parte de su vida al estudio del Psicoanálisis y fundador de la Escuela de Psicología Analítica, aseguró que: “la autoconciencia y el conocimiento de nuestra propia naturaleza resultan totalmente necesarios para poder llegar a comprendernos y así poder optar al equilibrio y a la armonía. Este trabajo personal también nos ayudará a comprender a los demás y a empatizar con ellos, desde la aceptación de nuestra propia oscuridad podremos ver, de otra manera, a las personas que nos rodean, consiguiendo así relacionarnos de una forma más sana y armónica con todo nuestro entorno”.
Queda más que clara la importancia de conocernos y reconocernos a nosotros mismos. ¿Pero cómo puedo saber si realmente me conozco?
Existen algunas preguntas cuyas respuestas podrían orientarte:
1.- ¿se te dificulta auto describirte? ¿Cuándo lo haces, te limitas a la enumeración de los roles que ejerces? Soy madre o padre, soy esposa o esposo, soy maestra o abogado. ¿Te resulta complicado describirte más allá de estos títulos u ocupaciones?
2.- ¿Sueles definirte mediante el empleo de etiquetas o rótulos impuestos, en algún momento, por terceras personas?
3.- ¿Te resulta complicado identificar las actividades, tareas o acciones que son placenteras para ti, aquellas que disfrutas, que te apasionan?
4.- ¿Entiendes, comprendes y gestionas tus emociones adecuadamente?
5.- ¿Tiendes a adoptar patrones de conducta repetitivos, consciente o inconscientemente, aun cuando te ocasionen sufrimiento?
Si las repuestas a estas cinco interrogantes son mayoritariamente afirmativas, sugerimos inicies el proceso de autoconocimiento en procura de una vida más consciente, saludable y plena. Todas las investigaciones en torno a la conducta humana han venido reafirmando que la total ausencia o la pobreza de autoconocimiento impacta, negativamente, a las personas en cualquiera de estas formas: la toma decisiones poco acertadas; incapacidad para alcanzar metas y objetivos; serias dificultades para la gestión de las emociones, sobre todo las más difíciles de controlar; problemas para consolidar relaciones interpersonales sanas y perdurables en el tiempo; una autoestima baja o inexistente. Incluso, se ha determinado que la ausencia de autoconocimiento puede llevarnos a sentir un vacío existencial enorme. Una sensación de ausencia. Como si algo nos faltase razón por la cual intentamos llenar ese vacío con cualquier cosa, entre las que destacan: crear vínculos tóxicos, relaciones disfuncionales, la búsqueda insaciable de dinero, las compras compulsivas, la gula, las adicciones, los placeres momentáneos y efímeros, el empleo desmedido de dispositivos electrónicos, el exceso de trabajo, entre otros. Sin embargo, estas acciones nos alejan aún más del autoconocimiento. Actúan como simples distractores.
De este modo, no queda duda alguna sobre el valor, la relevancia de ocuparnos, de trabajar en este sentido. ¿Pero qué puedo hacer? ¿Por dónde empiezo? No hace falta visitar templos budistas, tampoco es necesario recorrer el Camino de Santiago, subir al Himalaya o unirnos a largas peregrinaciones. Lo que sí hace mucha falta es la voluntad, el deseo y el esfuerzo que pongas en esta loable tarea. La base de las buenas decisiones, el fundamento del crecimiento personal, la base para construir tu felicidad está mucho más cerca de lo que piensas. La llevas dentro. ¡Empecemos a transitarlo hoy mismo!
Uno de los aspectos sobre el que tenemos que estar claros es que auto conocerse no es un proceso en el que se define, claramente, un inicio y un fin. Más bien se trata de un viaje que dura toda la vida. El autoconocimiento es una tarea diaria. Compleja pero posible. Una de las primeras tareas que nos impone es el dejar de andar, por la vida, en piloto automático. Es decir, hay que dejar de actuar por inercia. Implica un continuo monitoreo de nuestras emociones, de nuestro diálogo interior. Es la travesía de volvernos expertos en nosotros mismos. Exige la revisión exhaustiva de nuestro esquema de pensamientos y/o patrones de conducta. Se asemeja al acto de bucear en aguas profundas. El autoconocimiento es la máxima expresión de la madurez humana. Y es nuestra mayor responsabilidad. Probablemente es la tarea que requiere mayor tiempo y esfuerzo.
El autoconocimiento es el resultado de un proceso reflexivo mediante el cual vamos adquiriendo nociones de nosotros mismos, de nuestras cualidades, defectos, virtudes, debilidades. Retomando algunas de las célebres frases de Carl Gustav Jung: “el autoconocimiento nos conduce a explorar nuestra propia jungla personal ahondando, sin temor, en nuestras zonas más oscuras”. Esta es, quizás, la clave más valiosa para el desarrollo personal. Dejemos de buscar fuera las respuestas que habitan en el interior de cada uno de nosotros.
Vuelve a ti, Concéntrate en conocerte.
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