Basado en el libro Los Cuatro Acuerdos de Miguel Ruíz.
Los libros nos pueden cambiar la vida…
Alex Rovira
Es fácil vivir con los ojos cerrados,
interpretando mal todo lo que se ve…
John Lennon
¿Realmente somos libres?
Partiendo de esta pregunta existencial Don Miguel Ruíz, escritor mexicano y autor del libro Los Cuatro Acuerdos, cuestiona la supuesta libertad del ser humano. Y para ello parte de dos importantes reflexiones: la mayoría de las personas, gran parte del tiempo, emprenden y ejecutan acciones para complacer a los demás y no a ellos (as) mismos (as). La segunda premisa: vivimos en una sociedad integrada por personas domesticadas. Es decir somos, mentalmente hablando, un sistema de creencias impuesto, heredado, inculcado, forjado desde muy temprana edad. Lejos estamos de SER lo que realmente queremos SER. Don Miguel Ruíz lo expresa de este modo: “tú no escogiste tu lengua, ni tu religión ni tus valores morales: ya estaban ahí antes de que nacieras. Nunca tuvimos la oportunidad de elegir en qué creer y en qué no creer. Nunca escogimos ni el más insignificante de estos acuerdos. Ni siquiera elegimos nuestro propio nombre”.
Estos dos razonamientos no sólo nos priva de la libertad, del libre albedrío, también provoca mucho sufrimiento a la humanidad. Para revertir este proceso de domesticación al que estamos expuestos, Don Miguel Ruíz nos enseña, nos instruye sobre la sabiduría de los Toltecas, un pueblo precolombino que habitó gran parte de la zona ocupada, actualmente, por México. En su libro Los Cuatro Acuerdos describe 4 hábitos que una vez que los internalices y los asumas te dotarán de una profunda sabiduría, de una extraordinaria fortaleza y de una gran capacidad para transformar aquello que desees cambiar. Ahondemos aún más, en este proceso de domesticación que pareciese prácticamente inevitable. Más no irreversible.
¿Cuándo dejamos de ser libres?
Los seres humanos somos domesticados desde el momento mismo en que nacemos. Los adultos que nos rodean: padres, abuelos, hermanos son quienes captan toda nuestra atención durante los primeros años de vida. Por medio de la repetición introducen información en nuestras mentes. Así es como aprendemos todo lo que hoy por hoy sabemos. Aprendimos en qué creer y en qué no creer. Dicho de otro modo, no elegimos nuestro propio sistema de creencias. Simplemente adoptamos y aceptamos la información recibida sin posibilidad de elegir. Por temor al castigo y llevados por la necesidad de recibir recompensas producto de nuestra obediencia empezamos a fingir ser lo que realmente no somos.
Esta domesticación es tan poderosa que cuando dejamos de ser niños (as) para convertirnos en adultos estamos tan bien entrenados que nos convertimos en nuestro propio domador. Y nos castigamos y premiamos a nosotros mismos. Una parte de nuestra mente nos juzga (el juez de la mente) cuando salimos del esquema de pensamiento mediante el cual fuimos domesticados. Y la otra parte de nuestra mente recibe los juicios (la víctima). Cualquier cosa que contradiga nuestro sistema de creencias nos hará sentir miedo. Llevados por la necesidad de ser aceptados, aprendemos a ser quienes no queremos ser. Tendemos al empleo de máscaras sociales, solemos perder autenticidad, Sin embargo, hay que tener claro que el 90 % de todo este sistema de creencias se sustenta sobre premisas falsas. Dicho de otro modo, no son más que mentiras.
Llegado este punto, surgen otros grandes dilemas existenciales: ¿Transformar mi vida depende de mí o de mis circunstancias? ¿Si no me gusto como soy, puedo hacer algo para cambiar? ¿Puedo ser quien quiero ser y gozar de la aceptación de los demás? La respuesta a la primera interrogante es que la transformación personal depende única y exclusivamente de ti. Y las respuestas a las siguientes dos preguntas es un categórico sí. Pero estas transformaciones necesariamente pasan por cambiar, primeramente, el sistema de creencias heredado. Necesitamos modificar hábitos, esos acuerdos, en su mayoría, distorsionados para adoptar nuevas rutas, nuevos caminos que nos conduzcan a ser lo que realmente queremos llegar a ser.
Don Miguel Ruíz, nos propone los cuatro (4) acuerdos que resumen la maestría de la transformación de los Toltecas.
¿Cómo podemos ser realmente libres?
Cuatro sencillos hábitos transformarán tu vida
1.-Sé impecable con tus palabras…. El término impecable proviene de Sin Pecado. Lo que se traduce en la voluntad de no herir, de no ofender. Al cuidar la forma en la que utilizamos nuestro lenguaje verbal así como también el lenguaje gestual y corporal estamos mejorando, sustancialmente, nuestras habilidades comunicativas. Podemos ser firmes y contundentes al defender nuestros argumentos siempre y cuando no incurramos en faltas de respeto o en insultos. Al elegir bien las palabras estamos optando por nutrir, sanamente, tanto la mente como las emociones. Las palabras lejos están de ser solo sonidos y símbolos escritos. Las palabras son fuerza. Son energía. No se pueden recoger una vez proferidas.
Don Miguel Ruíz compara la mente humana con un campo de tierra muy fértil en el que continuamente estamos plantando semillas. Cada una de esas semillas son palabras en forma de opiniones, de ideas, de conceptos. Ser impecables con las palabras que nos decimos a nosotros mismos y a los demás significa no solo emplear nuestra energía eficientemente, también reduce, sustancialmente, el sufrimiento. La práctica del chisme, de hablar mal de alguien como un modo de entretenimiento es un buen ejemplo de lo que no debemos hacer. Heredamos la cultura del chisme, esta acción malsana forma parte de esos hábitos heredados, impuestos. Contamos chismes acerca de los demás por acuerdo, por convenciones sociales. Y los chismes son opiniones, expresiones críticas mediante las cuales transferimos una gran dosis de veneno emocional. La impecabilidad de nuestras palabras nos hará inmunes frente a personas cargadas de negatividad. Elegir bien las palabras connota, definitivamente, una profunda sabiduría.
2.-No tomes nada de manera personal…
Este acuerdo es maravilloso. Sabiduría en su estado más puro. Si consigues aplicarlo puedes experimentar un cambio significativo en la forma en que vives. Ten presente que no somos responsables de los actos de los demás. Tomarnos las cosas personalmente es la expresión máxima del egoísmo. Es otro de los hábitos heredados. Aprendimos a sentirnos responsables o culpables de las acciones de los demás. Cuando tomamos las cosas de esta forma transitamos por la vida ofendidos, a la defensiva. Interpretamos el mundo como un lugar hostil. Creamos conflictos y desarrollamos una adicción peligrosa por tener la razón. La forma en que actúan los demás depende, en gran medida, del sistema de creencias, de los hábitos y acuerdos adoptados durante su infancia, depende de su propio proceso de domesticación. Si dejamos de interpretar las acciones de los demás como algo personal, nada de lo que hagan o digan podrá lastimarnos. Si alguien es agresivo, imprudente, inconsciente y te hiere, esa persona está en conflicto consigo mismo (a) y con el mundo. Intenta interpretar estos eventos desde cierta distancia, con un cierto grado de amabilidad. A través de una mirada más compasiva. Te sorprenderán los resultados.
3.- No hagas suposiciones. Ante cualquier duda en lugar de hacer una suposición sin fundamento alguno, más bien, procura ser claro (a) y pregunta para conocer la verdad. No presupongas. Suponemos que todas las personas ven la vida como lo hacemos nosotros. El día que dejemos de hacer suposiciones estaremos en capacidad de comunicarnos asertivamente y por ende, estaremos más libres de veneno emocional. Sitúate en la realidad, pregunta, observa, despeja las dudas. Erradica la nociva práctica de suponerlo todo mientras desarrollas la habilidad de despejar tus dudas mediante la palabra bien empleada.
4.-Da siempre lo máximo lo mejor de ti. Aprende a disfrutar de todo lo que hagas pues en esa medida disfrutarás de la vida. Una de las mejores maneras de sentir paz y tranquilidad es a través de la seguridad que nos brinda el saber que hemos dado lo mejor de nosotros frente a cualquier situación o circunstancia. La excelencia, la rigurosidad, la pulcritud son atributos invaluables. Dar lo mejor de ti en cada situación debe ser una acción voluntaria. Rompe con esa necesidad de ser reconocido o recompensado (a) por otros. Dar lo mejor de cada uno sin importar qué recibimos a cambio afianza tu compromiso contigo mismo. Te dota de autenticidad, de altruismo, de una absoluta sabiduría.
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